miércoles, 17 de octubre de 2012

Algún día vamos a perder a toda la gente que amamos. Todos. Sin excepción. O los demás nos van a perder a nosotros.

Pero no hacer nuevos amigos, no querer a la familia, o no enamorarse por el miedo al dolor que va a producir la pérdida cuando suceda, es algo totalmente erróneo.

Si perder gente es inevitable, es obvio que lo importante de las relaciones con la gente no es la pérdida, sino disfrutar al máximo el tiempo compartido antes de esta que llegue. Hacer que el momento de la despedida, más tarde o más temprano, esté lleno de satisfacción por haberle sacado el jugo a los momentos que sí se vivieron de a dos.

Mierda. En cualquiera de sus formas, el amor es difícil.

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