jueves, 5 de junio de 2014

Soledad, llovizna y frío...

Es increíble como, a veces, cuando nos sentimos solos, recurrimos a los recuerdos para acercarnos un poquito a ese sentimiento de amor que anhelamos otra vez.

Y nos dejamos llevar por la melancolía, tratando de recordar por qué dejamos de estar con tal o cual persona. Desde el velo de la soledad, todo se vuelve nostálgico y mejor.

Tenemos que hacer un gran, GRAN esfuerzo para recordar que las cosas no funcionaron por algo, y nos perdemos en esa lucha de sentimientos encontrados, en la duda de no recordar si hicimos todo lo posible para que las cosas funcionaran.

Se complica el luchar contra la soledad, cuando se empeña en decirte que te equivocaste.

Suéltame, pasado!

Últimamente tengo muy presente a personas que fueron amigas, y que ya no lo son.
Las recuerdo con cariño a algunas, con indiferencia a otras, con furia asesina a unas pocas, por suerte, pero a todas las recuerdo minusciosamente.

No se bien por qué...

Creo que estoy pasando por una etapa de cierre. De procesar el pasado que no sirve, tirar cosas, reciclar lo poco que sirve, y dejar ir al resto.

Resulta que me mudo en una semana, y armando y desarmando cajas, encontré muchos recuerdos que me provocan cierto dolor aún. Cosas que, aunque supuestamente resultas, todavía tienen la capacidad de hacerme revolver sentimientos feos, que no quiero volver a sentir.
Obviamente tiré todo.

Antes pensaba que los recuerdos, buenos o malos, eran parte de la propia historia de uno, y estaban ahí para recordarnos las cosas que debíamos agradecer o aprender respectivamente.
A la mierda eso!

No quiero sentirme mal cada vez que veo ciertas cosas. Ya aprendí bastante de ellas. Ahora me toca dejarlas ir.

Como bien dijo una amiga (de esas de las buenas), vaciarme de lo anterior sirve para dejar lugar a lo siguiente.

Así que mi casa es un cementerio de muertos que no paran de nacer. Pero por suerte, en una semana todo quedará en el olvido (y el container de la esquina).

Gracia', dio'!

lunes, 2 de junio de 2014

Podríamos ser tan felices...

En la primer parte del primer capítulo de una serie, la novia, hermosa en su vestido, duda antes de casarse.
Ella siente que cuando el novio la mira, no la ve a ella, sino todo lo que ella podría ser.

Me pasó. Me enamoré de un flaco con lo poco que conocía de él, y con eso me armé una historia en mi cabeza.

Cuando descubrí un poco más su persona, su carácter, su personalidad, me permití maravillarme de lo bueno, pero también me permití justificarle lo malo.

Esto pasó así, porque él vino a contarme sus problemas, yo lo aconsejé como creí mejor para él, y eso me hizo pensar que, si estaba mal por su manera de ser, eso significaba que las quería cambiar... No.
Que las IBA a cambiar.

Y con eso, yo seguí tejiendo mi novela mental, en la que él cambiaba, llegaba a ser todo lo que podía ser, y éramos felices para siempre jamás.

Horrible, pensar que podemos cambiar al ser amado. No podemos.

Podemos ayudar.
Podemos acompañarlo en sus momentos de dolor.
Podemos sopapearlo en sus momentos de autocompasión.
Podemos decir algo, sin darnos cuenta, que le haga un clic.
Podemos ser la pieza perfecta que encaje y haga caer todas las fichas.

Pero cambiarlo, no. Si no quiere cambiar, no va a cambiar. Por más que nosotros veamos que la solución está ahí, AHÍ al alcance de su mano. Sería tan fácil el cambio, tan correcto, tan perfecto para nuestros sueños... Pero no. Nosotros no podemos hacer nada.

Lo cual me lleva a la conclusión de que, tan TAN amado no era, porque ahí estamos queriendo cambiarlo, en vez de aceptarlo tal cual como es.
Por eso yo creo que el amor verdadero lleva tiempo. Se cocina a fuego lento, como un buen guiso.

No es una salsa hecha que sacás de un paquetito y cocinás en microondas.

No.

Tenés que ir preparando y mezclando los condimentos e ingredientes con amor, todo a su justo tiempo. No apurar el fuego, no querer todo ya, darle tiempo de que maduren los sabores y se mezclen en perfecta sincronía.

Y eso me deja pensando...

¿Y si me pasa al revés?

¿Si alguien me ve por lo que yo podría ser, y no por lo que soy?
Qué tristeza descubrir que mi amor no me ama realmente, sino que se creó la fantasía de otra persona, en mi cuerpo...

Hay que sincerarse con uno mismo, saber qué se busca, y aprender a ver los indicios, cuando el otro no resulta ser lo que pensábamos que era.
No está mal equivocarse, admitirlo, cortar la relación, y girar hacia un camino mejor.

Pero seguir por un camino siendo conscientemente ciegos... No.
Eso es horrible.

Yo espero que nunca nunca me pase, ni les pase a ustedes.
Y también espero no volver a hacerlo nunca nunca más.
Tener la capacidad de ver la realidad, y no lo que yo quiero que sea.



Necesito anteojos.