lunes, 2 de junio de 2014

Podríamos ser tan felices...

En la primer parte del primer capítulo de una serie, la novia, hermosa en su vestido, duda antes de casarse.
Ella siente que cuando el novio la mira, no la ve a ella, sino todo lo que ella podría ser.

Me pasó. Me enamoré de un flaco con lo poco que conocía de él, y con eso me armé una historia en mi cabeza.

Cuando descubrí un poco más su persona, su carácter, su personalidad, me permití maravillarme de lo bueno, pero también me permití justificarle lo malo.

Esto pasó así, porque él vino a contarme sus problemas, yo lo aconsejé como creí mejor para él, y eso me hizo pensar que, si estaba mal por su manera de ser, eso significaba que las quería cambiar... No.
Que las IBA a cambiar.

Y con eso, yo seguí tejiendo mi novela mental, en la que él cambiaba, llegaba a ser todo lo que podía ser, y éramos felices para siempre jamás.

Horrible, pensar que podemos cambiar al ser amado. No podemos.

Podemos ayudar.
Podemos acompañarlo en sus momentos de dolor.
Podemos sopapearlo en sus momentos de autocompasión.
Podemos decir algo, sin darnos cuenta, que le haga un clic.
Podemos ser la pieza perfecta que encaje y haga caer todas las fichas.

Pero cambiarlo, no. Si no quiere cambiar, no va a cambiar. Por más que nosotros veamos que la solución está ahí, AHÍ al alcance de su mano. Sería tan fácil el cambio, tan correcto, tan perfecto para nuestros sueños... Pero no. Nosotros no podemos hacer nada.

Lo cual me lleva a la conclusión de que, tan TAN amado no era, porque ahí estamos queriendo cambiarlo, en vez de aceptarlo tal cual como es.
Por eso yo creo que el amor verdadero lleva tiempo. Se cocina a fuego lento, como un buen guiso.

No es una salsa hecha que sacás de un paquetito y cocinás en microondas.

No.

Tenés que ir preparando y mezclando los condimentos e ingredientes con amor, todo a su justo tiempo. No apurar el fuego, no querer todo ya, darle tiempo de que maduren los sabores y se mezclen en perfecta sincronía.

Y eso me deja pensando...

¿Y si me pasa al revés?

¿Si alguien me ve por lo que yo podría ser, y no por lo que soy?
Qué tristeza descubrir que mi amor no me ama realmente, sino que se creó la fantasía de otra persona, en mi cuerpo...

Hay que sincerarse con uno mismo, saber qué se busca, y aprender a ver los indicios, cuando el otro no resulta ser lo que pensábamos que era.
No está mal equivocarse, admitirlo, cortar la relación, y girar hacia un camino mejor.

Pero seguir por un camino siendo conscientemente ciegos... No.
Eso es horrible.

Yo espero que nunca nunca me pase, ni les pase a ustedes.
Y también espero no volver a hacerlo nunca nunca más.
Tener la capacidad de ver la realidad, y no lo que yo quiero que sea.



Necesito anteojos.




1 comentario:

Miriam Venezia dijo...

Qué bueno que seas tan lúcida, aprovechá esa condición. Es tal cual decís, no se puede cambiar al otro, sí se puede ayudar a que el otro logre los cambios de los cuales está convencido que quiere lograr,estando atento a lo que el otro necesita. Pero es fundamental la aceptación mutua. Te abrazo y te acompaño !!