domingo, 24 de noviembre de 2013

Quiero ir corriendo y abrazarte fuerte fuerte, mira!

Una amiga, hace un tiempo, me contaba que cuando era chica, los padres le decían que tenía que comer toda la comida, y que no podía levantarse hasta que no terminara.

A veces, a ella le llevaba mucho tiempo terminar, porque la comida era fea, o simplemente, porque le habían servido una porción muy grande, estaba llena, y no tenía más ganas.

Entonces, todos se levantaban de la mesa, y le dejaban ahí, solita, con su plato para terminar.


El otro día me puse a pensar en eso, a imaginármela sola, comiendo sin ganas y sin nadie alrededor, y me puse a llorar.

Hay padres que son forros. Así de simple. No porque sea a propósito, algunos realmente creen que le están enseñando algo a sus hijos cuando hacen esas forradas. Bueno, y es cierto. Les enseñan que no les importa lo que le pase a los hijos, que se las tienen que arreglar solos, y que nadie los va a acompañar hasta el final del camino. Que los van a abandonar en el medio del problema, y que, más vale que se den maña para solucionarlo.

Qué gente de mierda. No podía parar de llorar. Me puse re mal. No sólo por esa situación, sino porque, sin querer, los padres cometen todo tipo de forradas de ese tipo, y terminan haciendo un daño, muchas veces, irreparable.

Nadie dice que ser padre sea fácil. Sólo yo se que el día que sea madre, voy a cometer diez millones de errores, pero, viejo! Hay que pensar antes de hacer esas cosas. Los niños cicatrizan los moretones físicos re rápido, pero los emocionales, a veces tardan una vida en sanar.

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